Sunday, July 21, 2013

Feminismo de toalla en la playa, de tele y de crema depilatoria

Nos congratula enormemente que un libro sobre feminismo haya sido un best seller en la Pérfida Albión, más que nada porque, aunque sea un feminismo muy divulgativo de barra de bar, de toalla en la playa, de hamaca en el jardín, sigue siendo un libro escrito por una mujer que se define como "feminista airada" y sigue hablando de aborto, de libertad sexual y de falta de modelos femeninos válidos en el mundo de hoy. Y porque, coño (nunca mejor dicho coño que en este contexto), aquí los superventas de no ficción son los libros de Albert Espinosa y cosas aún peores (si cosas peores que esas fuesen posibles). 
Con todo, "Cómo ser mujer", de la bella, canosa y mediática Caitlin Moran, no es la octava maravilla del mundo ni nos dice nada que no supiésemos ya, pero siempre resulta entretenido leer uno de esos libros de periodismo-confesión que tanto se llevan últimamente en los que a veces no sabes si estás leyendo un ensayo o un diario personal, y nos gusta reafirmar lo que ya creemos y sabemos. Y nos gusta leer sobre la primera regla y sobre si Lady Gaga sí o lady Gaga no o sobre si streaptease sí o streaptease no. Entre lo más novedoso e interesante del libro encontramos una reflexión de la Moran que explicamos aquí: ella defiende, y estamos de acuerdo, que la pornografía es la subcultura que más se ha imbricado en el mainstream y en la cultura generalista en los últimos años. ¿En qué se manifiesta esto? Pues en los siguientes tres ejemplos:
- La difusión y el éxito arrasador de la depilación genital (sobre todo femenina): en el mundo del porno responde a razones de iluminación y de que se vean mejor los genitales. Hace apenas quince años una peluquera que se dedicaba a afeitar pubis en creativas maneras y a teñir vellos de colores rompedores salía en "El semáforo" como una curiosidad exótica junto a Draculín y la anciana que tocaba al piano donde se mete la chica del 17. Lo he visto yo con estos ojitos que se va a comer la tierra. Ahora miren sus entrepiernas y las que les rodean y reconozcan que el éxito de la depilación brasileña y la erradicación total del dondehaypelohayalegría ha sido total (mucho se habla aquí últimamente de pelo, si es que el pelo es política).
- La creencia de que el sexo anal es disfrutable para todas las mujeres, en cualquier relación sexual, en cualquier momento: en algún sitio (puede que, horror, fuera en Sexo en Nueva York), se dijo que el sexo anal era a los 2000 lo que el sexo oral a los 90. ¿Hay alguna implicación Clintoniana en esto? ¿Se debe al porno? Pues tal vez sí.
- El gusto de los hombres heterosexuales y homosexuales por correrse fuera. Además de las implicaciones anti embarazo y anti sida que pueda tener, parece obvio que el deseo de terminar una relación sexual eyaculando en una espalda, en unas tetas o en una cara (cuidado con los ojos) -esto es difícil de medir, pero a mí si me dicen que en los ochenta no pasaba tanto, me lo creo- se ha puesto de moda y generalizado como práctica deseable entre los varones, algo que es fácil achacar al porno básicamente porque si la eyaculación se produce en un lugar cerrado -vagina, ano, boca, oreja, cicatriz- no se ve y es menos lucida. 
Dicho esto, asombrémonos de hasta qué punto el porno es poderoso porque su influencia en la cultura general es tal que aunque no se sea un consumidor habitual  nos está enseñando cómo  tienen que ser nuestros cuerpos y cómo tenemos que follar. 

4 comments:

SisterBoy said...

Espero que no se imponga lo de follar con la ropa interior puesta, las pocas veces que he visto porno simpre me ha llamado la atención por la extrema incomodidad aparente.

Nota para película de porno lésbico "En ausencia de varón"

SisterBoy said...

http://www.factorcritico.es/2013/06/brujulas-que-buscan-anos-la-brutal-fuga-psicogenica-de-albert-espinosa/

Combustible para la Espinosa-fobia

chumari said...

Es verdad. De repente correrse fuera mola. No había pensado que fuera influencia del porno, pero tiene lógica. Pero lo de depilarse no creo que venga del porno, o por lo menos no solamente por eso, ¿no es estirar mucho el chicle? Por lo menos el pelazo en el pecho dejó de ser guay ya en el cine en los 90, creo que ha sido consecuencia lógica continuar por debajo de la ropa.

Ra está en la aldea said...

Precisamente ese artículo lo ha escrito un amigo muy cercano, qué pequeño es el mundo y el internetero el triple.
Claro que todas estas teorías son indemostrables, pero es tan guay poder achacarle varias cosas a la mainstrimización de la pornografía.