Friday, January 25, 2013

Óscars 2013: Mi problema con Los miserables


Más allá de los años locos de la adolescencia –locos porque menudos premios, ¡Shakespeare in love! ¡El paciente inglés! Maldito Harvey Weinstein- nunca les he prestado especial atención a los Óscar, más allá del palmarés y la alfombra roja, aunque haya visto en ocasiones la gala y me empolle siempre todo lo publicado sobre nominados y premiados. Este año, sin embargo, con la llegada del podcast de La Sexta Nominada, estoy totalmente on fire siguiendo la carrera como si no hubiera un mañana desde los tiempos en los que se pensaban que la pobre Ana Karenina tenía alguna posibilidad. Así que estoy enganchadísima, sabiendo por supuesto que son unos premios absurdos en los que lo cinematográfico corre paralelamente y en el que la calidad y el verdadero talento no tienen por qué entrar en juego, planeando verme todas las nominadas para por una vez, tener una opinión fundada sobre algo, aunque siempre estoy muy a favor de opinar de todo sin tener ni idea de nada, que eran un poco lo que hacían los de La Sexta nominada, elucubrando sobre si tal actriz estaría nominada sin que se hubiese estrenado todavía su película en ninguna parte. Y como no hay nada más pesado que los antioscar y el fetiche de los premios y las listas es al fin y al cabo una cosa muy guay, empezamos a repasar las películas (nada promete que este repaso se quede aquí).

Los Miserables: Medio mundo la ama y medio mundo la detesta. Yo estoy un poco pueh; me aburrió por momentos, en otros disfruté mucho –porque con unos jóvenes muriendo por la revolución ya me entusiasmo- pero no terminó de convencerme. Vaya por delante que yo soy de rotundo sí al cine musical y que ya sabía de antemano el tipo de musical que era (me sorprendió que nadie en mi sesión abandonase la sala, que estamos en España y a la gente no le gusta leer subtítulos); de hecho le comenté a una amiga antes de ir juntas a verla “por cierto, creo que es todo el rato todo el rato cantando, que se parece más a una ópera que a un musical tradicional” y ella me dijo “bueno,  pero en el tráiler se les ve hablando”. He ahí el tema: que se elijan para promocionarla algunas de las aproximadamente diez frases de la película que no son cantadas. Ya lo decían en La Sexta Nominada, que en Europa muchas veces se promocionan las películas musicales obviando que lo son, ¿y esto qué es? Pues una vergüenza y un armarizante insoportable. También creo que hoy es imperdonable ir al cine sin saber muy bien qué es lo que vas a ver,  aunque luego esto da lugar a tronchantes anécdotas como la de la adolescente que contó que había ido a ver la película porque creía que era de miedo y luego resultó que estaban todo el rato cantando y ambientado en el año de la nana. Bravo por ella.

La historia es que para mí, perdóname Víctor Hugo, “Los miserables” siempre será el material con el que se hizo una de las historietas Disney mejores de la historia y, por ende, una de las mejores historias de la ficción occidental: “El misterio de los candelabros”, en la que Jean Valjean se convertía en Patojean, el forzado redimido, la prostituta Fantine desaparecía púdicamente y los Thénandier (Patapalo y Trudy) se asociaban con los Apandadores en una historia en la que los candelabros eran el símbolo de la redención humana y también la llave para encontrar el tesoro de Carlomagno. Tengo tan en la epidermis esa historia que hasta la cabecera de ahí arriba elaborada con mis hábiles conocimientos de Paint está tomada de una de las primeras viñetas. Aparte de las peripecias de los patos con los que aprendí más del mapa de París y de la historia medieval de Francia que con toda la EGB, mi otro acercamiento a Los Miserables fue con la película de Liam Neeson que, sin haber vuelto a ver en quince años, sigo recordando como muy recomendable. Desde luego en ella se entiende mejor la relación entre Valjean y Fantine –que en el musical queda casi obviada y de hecho cuando al final ves que el envejecido Valjean habla del espíritu de Fantine con amor te quedas un poco con la sensación de que te has perdido algo- y también el proceso de decadencia y caída de la mujer está mejor explicadito y resulta más conmovedor. Si cuando Uma Thurman empieza a prostituirse apareciese el  número de “I dreamed a dream” sí que hubiese llorado a lágrima viva, cuando en el musical, siendo como es una escena bastante perfecta y emocionante, con esos ojos enormes de Bambi de Anne Hathaway, es tan precipitada que no te da tiempo a haber empatizado apenas con ella. Y sobre todo reivindico la figura del Mario de Pontmercy de la primera película, un bellísimo joven llamado Hans Matheson al que parecía haberse tragado la tierra muchísimo más molón como héroe romántico que Eddie Redmayne, que muy bien, pero es FEO.

Muy bien haber grabado las canciones a la vez que los actores interpretaban; el escenario, quitando el barco del principio, un teatrillo de cartón piedra; el maquillaje, una cosa grotesca que no por pretender precisamente ser grotesca resulta menos grotesca; Éponine, al contrario que al resto del mundo, a mí no me gusta nada porque sus cejas están demasiado depiladas; Russell Crowe, que se defiende bastante digno, tiene algún momento que encuentro hilarante con ese tono que podría ser yo misma impostando la voz, y en concreto el minuto 1:50 de este vídeo me parece alta comedia. Además tengo que mencionar que cuando veía en los subtítulos esas traducciones un poco extrañas del texto original no podía parar de acordarme de esta entrada del tumblr “Poco más que bandas sonoras” en la que se habla de esa abracadabrante adaptación de la letra original, aparte de reconocer que aún a día de hoy, veinte años después de su estreno, me sigue pareciendo increíble todo el concepto de convertir una novela decimonónica de Víctor Hugo, más bien densita, en un musical para el teatro.

Pese a todo, me gustaría ver ganar a Anne Hathaway el Óscar a mejor actriz secundaria porque menudo disgusto si no lo consigue ahora que todo el mundo lo da por cantado, porque fue a un estreno sin bragas, porque está motivadísima y porque, sencillamente, sería muy bonito ver con un Óscar a la Princesa por Sorpresa.

5 comments:

SisterBoy said...

Lo que tenía que decir de Los Miserables ya lo dije en mi casa, baste añadir que Eddie Remayne sólo me parece apto para hacer un biopic de Rick Astley, que el momento hilarante de Russell Crowe para mí es el del duo "On Parole", que no conocía la versión de Disney (y me la apunto) y que me estoy leyendo el libro.

También me emocionó especialmente la trama de los jovenes revolucionarios que se quedaban con tres palmos de narices al ver que la gente por la que luchaban se quedaban en casa debido al canguelo y la desidia, vamos como lo de los chicos del 15 M

Ra está en la aldea said...

Sí, es justo lo que tú comentabas, que es agüita de limón ver cómo se pueden establecer paralelismos entre la Francia de 1830 y el momento actual.
¿Qué tal la novela? Sí leí hace muchos años "Nuestra señora de París" y la recuerdo con delectación.

SisterBoy said...

De momento voy por los primeros capítulos, el denso estilo decimonónico frances es un poco duro pero no está nada mal.

Rick said...

Un post muy divertido, y como siempre en tu caso, muy certero y bien escrito. Es una pena que no postees más a menudo.

Ra está en la aldea said...

Muchas gracias Rick, y bienvenido. La constancia es algo que envidiamos mucho en los demás, siempre.