Friday, November 25, 2011

Entonces Mullet decidió vengarse

Para mí, es la noticia más fascinante de la semana: Detenidos siete amish por humillar a otros miembros de la secta afeitándoles la cabeza y la barba. Todo acompañado de una foto que se quedará para siempre en mi memoria, y no solo por lo grotesco o chocante de la historia y las asociaciones inmediatas con Lukas Haas, Harrison Ford y el silo lleno de maíz, sino porque esta historia de sectas y castigos simbólicos ha actuado como la magdalena de Proust (que siempre viene bien traer a colación), recordándome un episodio de la Doctora Quinn que me marcó especialmente.



No quiero volver a ver La Doctora Quinn jamás porque guardo un recuerdo maravilloso de noches de sábado contemplando con ojos de amor a Joe Lando (si le vuelvo a ver me parecerá un espanto) y pensando en lo guapa que era Jane Seymour; ya entonces encontraba que era demasiado mayor para el papel, y no quiero volver a verla para confirmar que no solo era demasiado mayor para el papel sino también demasiado mala actriz. La nostalgia hay que dejarla donde está, qué manía con revisitarlo todo. Pues bien, en el mundo normalmente idílico de Dr. Quinn, medicine woman, también se colaban dramas históricos, y no recuerdo qué acontecimiento del estado de Colorado generaba una ola de racismo en el pueblo de los protagonistas. Creo que era algo del derecho al voto, aunque no recuerdo que la Guerra Civil estuviese presente, en fin, no sé muy bien qué pasaba, pero de pronto ¡aparecía el Ku Klux Klan! Algunos malvados y cerriles habitantes del pueblo se daban a la sinrazón del terrorismo y, protegidos tras los icónicos carapuchos blancos, se dedicaban a aterrorizar a los negros del pueblo, que creo que eran solo dos, el herrero y su mujer. En una escena con montaje paralelo que recuerdo como angustiosísima, el herrero se dedicaba a sus quehaceres con el yunque y el fuego mientras su mujer era atacada por el KKK, y en unas imágenes de gran violencia contenida, le cortaban el pelo. Yo debía de tener unos doce o trece años, e inmediatamente pensé que ese ataque para mí tan extraño de cortarle el pelo era una metáfora de una violación. Y ahora, con este tema de los amish, he recordado toda la historia y me he puesto a investigar (o sea, he puesto en google "Ku Klux Klan pelo" y "prácticas del KKK") si esto de rapar a las negras era habitual; no he encontrado ningún dato, así que me quedo sin saber si aquella escena era una metáfora de una violación (cosa que tampoco importa mucho porque ambos comportamientos tendrían como objetivo humillar a la mujer del herrero y hacer una demostración de poder y supremacía, más o menos lo mismo que en el caso de los amish) o un rapado real. Si alguien tiene a bien ilustrarme, le estaré muy agradecida.

Sunday, November 13, 2011

En la tableta de sugar

Entre las noticias del colorín de esta semana -Paquirrín embarazado, Iñaki Urdangarín implicado en una trama de esas tan ejpañolas de tocomocho en forma de empresa de eventos, cosa que me encanta porque de repente convierte en bueno a mi adorado Jaime de Marichalar, el hombre mejor vestido de España y fuente constante de fotos que hacen que se te caiga el monóculo- puede pasar desapercibido un titular que para mí es lo mejor que he oído en años, tal vez desde que Jennifer López soltó, más ancha que pancha, que se le había aparecido el fantasma de Rocío Jurado para susurrarle los versos de "qué hiciste, hoy destruiste con tu orgullo la esperanza", primer single de su etapa Marc Anthony, hoy felizmente finiquitada. Bueno, que me lío: el caso es que el viernes entrevistaron una vez más a Al Bano, en esta ocasión como respuesta a la entrevista de la semana pasada con Romina (no deja de fliparme el interés que suscita de repente la vida amorosa de esta pareja, deberían darle comisión a Lydia Lozano), y entre declaraciones sobre los no malos tratos y demás rollos, soltó una perla tan maravillosa y tan increíble que fue recibida con aplausos en el sofá de mi casa. ¿Y qué dijo Al Bano? Pues que Linda Christian, su ya difunta suegra, ex-esposa de Tyrone Power, en cierta ocasión le echó LSD al té del rey Hussein de Jordania, LSD camuflado "en la tableta del sugar", según dijo con su encantador acento Al Bano. Así que ahora entra en juego la idea de que la desaparición de Ylenia fuera una mortal vendetta por parte del soberano hachemí, por lo que habría que preguntarle a la pobre Noor qué opina de este gigantesco despropósito que tantas alegrías lleva a nuestras apáticas vidas en las que nunca tendremos la oportunidad de endrogar a un rey de Oriente Próximo.

Wednesday, November 02, 2011

Ni una, ni grande ni libre

De la entrevista con Francis Franco, el nieto de Franco, en el último número de Vanity Fair no ha hecho que se me caiga el monóculo ninguna de sus previsilísimas y poco originalísimas declaraciones (España está fatal, mi abuelo no era un dictador, en el Azor se hablaba euskera, con Franco vivíamos mejor… un hermoso ejercicio de reconstrucción histórica que permite hondas reflexiones acerca de qué es la verdad, la imposibilidad de acercarse a ella y cómo varían las cosas según quién las cuente, una especie de Rashomon de la historia reciente de España), sino una foto de un detalle decorativo de su hogar: unos ceniceros hechos con garras de león, no de un león cualquiera, claro, sino una pieza cobrada en una cacería en algún país africano de esas por las que por el privilegio de matarlas tienes que pagar el equivalente al presupuesto anual de la reserva de fauna en la que se crían.

Aquí tienen la imagen en cuestión, fotografía de una fotografía de un cenicero-garra de león sobre una mesa Lak de IKEA. Un contraste decorativo y de status muy representativo del signo de los tiempos.




El resto de la página está compuesta de una foto de la capilla familiar de esas en las que un cura amigo de la familia oficia bodas, bautizos, comuniones y misas de responso; un detalle de una pared llena de calaveras de corzos fruto también del talento cinegético de la familia y una bella estampa de Francis con su perro “Bubi”. El tema del amor de las clases altas (dígase con tono así como de quién va a asaltar el Palacio de Invierno) por sus perros y caballos daría para un sesudo tratado sobre psicología humana y símbolos de status que igual un día me animo a escribir (ya tengo decidida la portada, que sería la foto de Pitita Ridruejo con uno de sus perros que ella misma eligió para portada de sus indescriptibles memorias). Y aunque los Franco no son aristócratas en plan Downton Abbey (de hecho el origen de su fortuna y ascenso social haría arrugar la ceja a más de un personaje de la serie), Francis también dedica parte de la entrevista a nombrar a sus mascotas favoritas con nombres –y casi apellidos-, carácter y aficiones. Y esto entronca directamente con la portada de la revista, un maravilloso retrato con reminiscencias de Luis XV de lo más aristócrata y over the top que se puede ser en esta vida, que es ser nominal rey de Francia en el exilio: Luis Alfonso de Borbón, que además también es sobrino de Francis Franco. Y dejándolo todo así de bien hilado y bien traído –perros, aristocracia y Carmen Martínez Bordiú-, finiquitamos esta entrada.