Wednesday, September 08, 2004

Viaje a Madrid, Hotel Glamour, Buena Vista Social Club

Ra de Alto Cerro va para Macané, llega a Cueto va para Mayabí
Tendría que hablar sobre mi promiscuo fin de semana madrileño, vomitando en los baños del Burguer King (¡qué vergüenza haber ido AHÍ) y contemplando pollas de maricas brasileñas, pero dentro de un ratín he quedado con gente para precisamente contar esas y otras divertidas anésdotas y no me apetece hacerlo aquí también, así que te jodes, ujournal. Esta semana he ido a ver La Gaviota, de Chéjov, interpretada (la gaviota, precisamente) por la bella Silvia Abascal (me encanta su voz). Estuve tentada de esperarla a la salida del teatro para preguntarle por Chicho Ibañez Serrador, y decirle cómo la admiraba yo cuando salía en el Un, Dos, Tres, (gloriosos dígitos) haciendo de niña gótica. También estaba, como coprotagonista, el chico que hacía de bueno en "Esencia de Poder", aquel culebrón en el mundo de los perfumes que emitían en tele5 hace algún verano, personaje del que por cierto se deshicieron del modo más brusco y traumático que creo recordar he visto en la pantalla: de golpe y porrazo (nunca mejor dicho) él, protagonista, y la que hacía de Miriam en "Al salir de clase" (Jo, tía, ¡la mano negra ha vuelto a actuar!) (si tienes más de 25 años, lector, no te preocupes por no tener ni pajolera idea de este lenguaje propio postadolescente) ellos, decía, se empotraban contra un árbol de la M-30 justo después de haberse casado, o haber huido juntos del matrimonio infeliz de ella.
¿Qué más? Mmm... el jueves me encontré de pronto a las seis de la mañana bailando con un sordomudo ruso ("bailando") que se obstinaba por meterme la lengua hasta la glotis. Yo le rechazaba con gestos lo más explícitos posibles y al momento me entraba un sentimiento de culpa horrendo porque jolín, un sordomudo ruso, seguro que fue abandonado por su familia yendo a parar a algún orfanato postsoviético y cielos, allí seguro que fue sodomizado por todo el personal de limpieza y vaya, cuando se acercaba a mí con ánimos lúbricos seguro que en el fondo de su recto aún sangraban las heridas producidas por el camarada Grushkevnov. Y en el fondo de su alma también, claro.
La relación de Ra con la música cubana es reciente pero intensa. Nuestra heroína posee, entra una abundante caterva de primos, uno particularmente obsesionado por el son, nada de Elvis Crespo y demás, todo muy puro, muy auténtico, muy poco comercial. Desde hace algunos años el leit motiv de mis viajes en el coche paterno ha sido ese cd multiventas llamado, tan bellamente llamado, "Buena Vista Social Club" Me sé de memoria todos los temas y tal, aunque la mitad de las letras no logre entenderlas porque yo soy una negada para descifrar lo que dice la gente, incluso cuando hablan en mi propio idioma, y si os digo que aquel hit veraniego de "la flaca" yo pensaba que era "por un beso de la pájara yo daría lo que fuera" os lo digo todo. Debo tener una mala conexión neuronal, o algo así (bueno, sordos fueron Goya, Bethoven y el sordomudo de este jueves, así que hay ilustres precedentes) Eso, que ya tenía a Compay Segundo, Rubén González, Chucho Valdés, Omara Portuondo y demás tropa oídos y bien oídos (y admirados, huelga decir) Pero esta semana mi padre ha comprado la película, el documental de Wim Wenders, ya sabéis, el que se hizo conjuntamente al disco narrando precisamente el proceso de grabación. Y estoy absolutamente sulibellada y maravillada. Amo a Rubén González, encantador viejito cuya visión tocando el piano rodeado de cubanitas en tutú no me sugirió imágenes pederásticas. Justo como cuando veía a Heidi con el abuelo allí en medio de la montaña solos todo el año, y sólo pensaba que qué bello núcleo familiar. Pues con Rubén González igual: allí, con las niñitas de la escuela de ballet que saben hacer maravillas con los músculos de la pelvis y a mí sólo se me ocurrió pensar que qué hermosa escena, en ese decadente decorado, y que qué dulce anciano pianista recuperando su fama merecida en los últimos días del castrismo, merced a una pirueta del destino. Bueno, eso de los últimos días del castrismo es un poco relativo, porque en verdad yo creo que Fidel, como Fraga, es eterno y no morirá nunca.
Han empezado los carnavales. A mí, claro está, a mi parte exhibicionista, a mi parte cuyo momento más pleno de su vida fue la interpretación de una obra de producción propia en el escenario del colegio, a los 12 años, me encantan los carnavales. Ayer a última hora, justo tras ver el desfile carnavalesco (¡cómo gocé!) mis sosoamigas decidieron que sí querían disfrazarse, así que tras una hora de agitación y rebusque en el baúl de los abuelos, conseguimos unos conjuntos de chachas (o empleadas del hogar, para ser políticamente correctas) de lo más aparentes. Y nada, una noche normal, pero cómo amo estos días de carnaval. Creo en los carnavales incluso de un modo político, como una manifestación de la carnalidad, de todo lo placentero que tiene la vida ante la constricción de la pascua. Por eso han sido prohibidos tantas veces. Así que el disfrazarse en carnavales es mucho más que ponerse maquillaje extrarecargado y cumplir las aspiraciones de tener pechos que todos los hombres parecen tener (alguna reminiscencia de la etapa bucal), es, en el fondo, una afirmación de la visión laica de la existencia.
(Ole por mí)
Amiguitos, comienza "Hotel Glamour" y ¡sí! ahí está el grandísimo POCHOLO. Tiemblo pensando en las escenas, los gritos, las imprecaciones que degustaré en los próximos meses. Y, sobre todo, después, en Crónicas Marcianas, ahí donde los sueños de Jhon Waters se hacen realidad. I love you Pocholo, me encanta el regusto a bourbon caro que tiene tu voz, me ha chiflado tu video de presentación, ahí, con la moto acuática, con el descapotable... Todo el mundo está expectante por ver cómo se lían Dinio y Yola, pero yo apuesto por otra pareja con futuro: Tamara y Encanni, para que se chinche Margarita, la por otra parte siempre entrañable señora Sixfingers. Como adicta a la telebasura que soy, este es el acontecimiento de la temporada, a años luz de esa mierda de "x tí" que ha estrenado la sempiternamente rancia Antena 3, cuyo emblema, Ana Rosa, no me extraña, plagio y todo eso. Me encanta Ana Rosa de todos modos, debería hacerse una camiseta con el lema: "yo sobreviví a Sabor a Hiel" Y gracias por habernos dado a Antonio Hidalgo (a tí, mujer... donde quiera que estés...) que empezó de cantante de medio pelo en la triste, inútil y siempre inadvertida orquesta del programa para acabar de súper-estrella robándole el puesto a Mon Santiso, el pobre que se fue de vacaciones ignorante de su sustituto iba a acabar robándole el puesto de presentador del "sabor a tres", superando con creces su popularidad. Ahora Antonio vuela solo (mejor, porque a este paso como se quedase en "Sabor a tí" iba a acabar tirando a Ana Rosa por las escaleras del backstage, quedándose él como dueño absoluto del magazín de tarde. Ahora, por cierto, creo que presenta eso de "X tí" que por dios, la jerga movilísitica invade ya todos los ámbitos, el horror, viva Don José María Pemán, que vuelva la ortografía, me sangran los ojos cuando veo los sms k mndn a "a tu lado", a "crónicas", a "select mtv" y demás mierda chupadora de 0´80 euros + iva. Lo siento por Antonio, porque semejante trepa (que por cierto, menuda novia que se ha echado, que por cierto es presentadora en los 40 y es una sosa) (como todos, por otra parte, excepto Guillén, te amo, me encanta cómo permaneces inmune al toda esa originalidad que intenta salpicarse con sus chistes sobre tu calva) semejante Eva Harrington talentoso se merece algo mejor.
Terminaba yo de ver Sexo en Nueva York, el capítulo en el que Charlotte se enchocha toda por el agente Cooper, y me disponía ya a apagar la tele e irme a leer un poco más del tocho de Jaime Peñafiel sobre los herederos (¿sí, qué pasa?) cuando de pronto, con el culo en suspenso y ya los dedos a punto de mandar a mi televisor a su merecido descanso tras ocho horas ahí, a todo motor, con mi padre, mi madre y yo pispa calentándole los circuitos al pobre, me quedé paralizada ante la escena de un parto. Porque es que a mí las escenas de partos me superan, una vez que empiezan es que tengo que quedarme hasta el final porque si no me da algo. O las corto a tiempo o no puedo irme hasta ver al feto sangrante en brazos de la feliz madre, con todo el coño roto y la placenta por ahí, para hacer cremas hidratantes. En mala hora, porque la escena respondía al inicio de "El color púrpura" dramón de negros, pero dramón dramón, oye. Me eché una jartada de llorar que ni Marina Castaño el día del entierro de Cela. Porque es que de verdad, la historia se las trae: me parece muy bien que a la protagonista se la folle su padre y le roben a sus hijos, y su marido la mate a palos y la prive del contacto con su hermanita, tras un infructuoso intento de violarla. Porque es que la vida es así y peor, aunque alguno vivamos envueltos en una burbuja. Por mí perfecto, pero ya el regodeo de verdad, de verdad, es que Spielberg se debió poner las botas con esas escenas de separaciones, de gritos, de qué malo es el Danny Glover con la pobre Whoopi que tiene que arrancarla, literalmente, de los brazos de su hermana, dejándola allí solita y encerrada en esa casa del profundo sur para los restos. La que me encantó fue Oprah. Estaba estupenda, con un papelazo súper-acorde con su idiosincrasia, de hembrona de armas tomar. Algunas pinceladas de humor para hacer más llevadera la cosa, pero la verdad es que creía que cosas así de lacrimógenas no se hacían desde la muerte de Charles Dickens.
Uy, y me encanta el nuevo anuncio de Melrose Place que han hecho los de Cosmopolitan: sale Sidney en medio de un rodaje viendo como los actores, él un policía, ella una ama de casa en bata, ejecutan el siguiente diálogo:
_ Se ha ido ya, señora. Puede estar tranquila.
-¿Y qué le hubiese dicho en el caso de que siguiese aquí?
_ Le diría que cerrase la boca y abriese las piernas.
La cámara enfoca a Sidney que exclama, consternada: "¡Oh, dios mío! ¡Soy productora de películas porno!"
Me encanta, Sidney.
Creo que le han hecho caso a Alaska y el lunes empiezan a emitir un programa diario de resumen de Hotel Glamour, así que regocijémonos todos. Eso le jode a una de mis compañeritas de piso, porque implica también que le quitan Embrujadas (aunque sean capítulos repetidos) para poner Aquí Hay Tomate, presentado por cierto por Jorge Javier Vázquez, vaya traidor, no? En relación con mi entrada anterior, cabe señalar que los que huyen de los brazos de Ana Rosa -la mujer de mediana edad del siglo XXI, espejo en el que todos debemos mirarnos- no consiguen más que fracasos, fracasos que ni siquiera son estrepitosos.
Sobre Hotel Glamour: no me creo nada de lo de la paja de Yola a Dinio. Los guionistas del programa, sabedores de que los espectadores ávidos de carne empezábamos a decepcionarnos, han debido decidir introducir ese bulo por la suculentamente rebosante boca de Estíbaliz (¿o, ahora que lo pienso, Estívaliz?) para que en Crónicas tengan algo más que comentar que el curioso modo del ex de Karina, Juannosequé, de hacer aerobic.
Estoy feliz porque Encanni sigue en la casa; no sé quién daría más la nota visto el amago de problema entre Jorge y la antedicha Estívaliz/Estíbaliz, pero no voy a permitir que me priven de una belleza como la de Encanni.

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