Wednesday, September 08, 2004

Marea negra, Historia y vida

Este verano atopábame yo pelando langostinos en el fragor de una comida familiar cuando uno de mis primos, así, sin venir a cuento, me suelta:
_ Pues las pasadas navidades estaba mi padre pensando en qué regalarte y yo le sugerí que una grabadora de cd´s, y así de paso me compraba una yo que había ofertas muy buenas, pero al final no sé porqué, pero no te la compramos.
Yo me quedé con un langostino a medio desnudar entre los dedos, mirándole con incredulidad. En primer lugar ¿habían pensado en regalarme algo? Eso me llenó de ternura, porque no somos una típica familia estadounidense y no solemos regalarnos nada en ninguna fecha señalada. En fechas señaladas nos invitamos a comer, y los regalos los hacemos –muy de vez en cuando- sin que ninguna ocasión requiera ese desembolso de dinero. Bueno, las navidades pasadas mi padre le regaló a uno de sus hermanos un enorme y profusamente ilustrado libro sobre ópera, con historia, fragmentos de libretos, argumento y etcéteras varios, pero no es lo habitual. El caso es que ¿y la grabadora qué? Me esforcé por dejarle claro que ese regalo me hubiese gustado mucho, se hubiese hecho acreedor de mi agradecimiento por mucho tiempo, así se lo estuve asegurando hasta la llegada del segundo plato.
Y ahora que el encendido del alumbrado navideño viene a recordarnos que ya vuelve ese época "del consumismo en nombre de Dios", como dice mi Gabbito (jojo), empiezo a plantearme si mi primo tendrá a bien recordar qué bello presente sería una grabadora de cd´s. Lo sé, lo sé, mi pecunio me permite comprarla, pero yo soy una reprimida puritana británica del XVI y gastarme mi dinero en ese tipo de cosas me parece un sacrilegio. Y, sin embargo, sufro horriblemente cuando pienso en la inestabilidad de este aparato desde el que escribo, cuando elucubro sobre la posibilidad de que, por arte de birlibirloque, todo lo que guarda mi ordenadorcito en su corazón de silicio desaparezca. Mis escritos únicos e irrepetibles. Y mis canciones. Mi "Baby one more time" cantado por Travis en directo. Mis Jimmy Eat World varios. Mi "La boda" de Astrud, tan genial. Mis Benjamin Biolay, con ese apellido tan... que tiene. Mis Ocean Colour Scene. Mis Cole Porter. Mi "Romance de la Reina Mercedes" de Concha Piquer. Mis Cure. Mis Nina Simone. Mi "That day" de Natalie Imbruglia. Mis Ojos de Brujo. Mis Beck. Mi "Que te follen". Mi "Creep" de Radiohead, en acústico. Mi "Give me a reason" de Portishead. Mi "Como fue". Mi "Manisero". Mis Compay Segundo. Mi "What if" de Kate Winslet (sí, has leído bien, esa gorda tan inmensamente bella de pechos caídos también canta). Mis Marlene Dietrich y mis Marvin Gaye. Mi "Teardrop" de Massive Attack. Mis Tom Jobim & Vinícius de Morais. Mis Nelly Furtado varios, tan comerciales y rítmicos. Mi "Don´t give up". Mis Skunk Anansie. Ay, cómo sufro.
Extraído (robado) de "La página definitiva", esos popes del pensamiento contemporáneo:
03/12/2002: Marea negra en el Gobierno
George W. Bush ya tiene un motivo más que añadir al memorial de agravios contra Irak y sus pozos petrolíferos tras el hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas. O, mejor dicho, en el inhóspito lugar del océano Atlántico donde el Gobierno ordenó llevar el barco, ante las críticas acerbas de la empresa holandesa encargada por el armador para llevar a cabo el intento de salvación del crudo. Ambos, Gobierno y supuestos especialistas, alegan sesudas razones de orden científico para justificar su preferencia por una u otra solución: en el caso del Gobierno, el hundimiento del Prestige en aguas profundas, lo más alejadas posibles de la costa, en teoría podría evitar que el desastre económico de la pérdida de 70.000 toneladas de petróleo se convirtiera también en un desastre ecológico al afectar al litoral con una marea negra. Según indican, a toro pasado, eso sí, los responsables de la empresa, si se hubiera permitido embarrancar el petrolero en algún punto de la costa ecológicamente poco conflictivo, aunque obviamente ese lugar habría quedado afectado por la marea negra de forma inevitable, se habría minimizado el desastre al reducir la amplitud del litoral al que potencialmente podría llegar el petróleo, mayor conforme se aumentara la distancia a la costa de dicho petróleo.
Aunque las razones científicas aducidas por unos y otros nos parecían muy serias y lejos de nuestra intención está atrevernos a ponerlas en duda, no nos hemos resistido a hacer un experimento a pequeña escala que pudiera dilucidar cuál de las dos partes tenía razón. Así que fuimos a una piscina municipal, echamos una lata de gasolina en la zona más profunda de la piscina de adultos, luego fuimos a la piscina infantil y echamos una segunda lata en el bordillo de la zona menos profunda. Aunque el experimento hubo de superar algunos escollos derivados del feo hábito de fumar en el momento más inoportuno, al final llegó a buen puerto y nos permitió demostrar empíricamente revelaciones que cabría calificar como sorprendentes, a saber: la mancha de la piscina de adultos formó una figura en la que se podía leer con claridad la siguiente frase: "Ni un telediario más con imágenes del puto barco acercándose a la costa"; y en el bordillo de la piscina infantil pudimos leer: "100 millones de recompensa si salváis el petróleo. Fdo. El Armador".
La conclusión que se infiere de nuestro estudio es que a ambos, Gobierno y empresa de salvamento, hablando en argot científico, se la sudaba el impacto ecológico del petróleo. Como debe ser. El problema actual, para el Gobierno, es que el mal tiempo, la inoperancia generalizada de la Administración, tanto central como autonómica, puesta en evidencia desde el principio, e incluso la propia lógica, han acabado dando la razón a los holandeses, y aunque a Don Manuel Fraga Iribarne y al hombre que le entregó en su día una carta de dimisión firmada, José María Aznar (carta, por cierto, que el propio Fraga rompió en pedazos, entre aspavientos, en el Congreso del PP de Sevilla de 1989 en el que Aznar tomó el timón, en uno de los mejores shows de política española y descalificación moral de un dirigente primerizo que el que esto firma ha visto jamás), continuando con la jerga, se la refanfinfle la marea negra y sus consecuencias, las imágenes en televisión del petróleo invadiéndolo todo ya son otra cosa. A la vista de los datos de que disponemos en la actualidad, tres semanas después del inicio del evento, el Gobierno ha pasado en estos días por una serie de estados emocionales a cual peor que conforman un cuadro psiquiátrico de enorme interés:
- En un primer momento, cuando se tienen noticias de los problemas del Prestige, el Gobierno actúa con la responsabilidad que se le supone: Llévenselo a toda costa, fuera de aquí, márchense, que el barco embarranque en el Canal de Panamá.
- Cuando parece que todo ha quedado en un susto, el Gobierno, satisfecho de la buena gestión de la crisis, tiene una reacción pública y otra privada. La pública, sacar pecho y echarle la culpa de todo al Peñón de Gibraltar, y si la distensión informativa dura un par de días más aún nos habríamos enterado de que Marruecos pretendía que el Prestige hiciera escala en Perejil. La privada, "aquí no ha pasado nada", tras los momentos de tensión vividos nos vamos de vacaciones.
- A la vuelta de las vacaciones la situación es mucho peor, es evidente que el barco va a soltar petróleo a raudales y, en esas condiciones, lo único importante es, nuevamente, que lo haga lejos de la costa. El problema es que, en efecto, lo hace, y día tras día el reflujo de fuel invade las costas gallegas.
- Llegó el momento de hacerse la foto. Los ministros ponen cara de preocupación mientras visitan las primeras playas afectadas por la marea y luego dejan que las labores de limpieza sigan como hasta entonces, a ritmo cansino. Total, para qué vamos a limpiar si luego vendrá más petróleo y volverá a dejarlo todo igual que antes.
- Al mismo tiempo que hace política de imagen (es decir, política), el Gobierno apela a la solidaridad internacional para dar un ejemplo de acción colectiva desinteresada al mundo y, de paso, ahorrarse gastos de limpieza. Pero lo hace con reservas, porque es consciente de que los pérfidos extranjeros, envidiosos del Real Madrid y otras grandes realizaciones de nuestro país, no pueden traer nada bueno.
- Poco después tiene lugar la enorme manifestación de Santiago de Compostela como síntoma de lo que verdaderamente preocupa al Gobierno (y razones tiene para ello, como es natural): el cabreo de los gallegos, y es de suponer que del resto de los españoles por la nefanda gestión de la crisis, se extiende hasta el infinito a sólo seis meses de las elecciones autonómicas. El Gobierno reacciona acusando a Zapatero de hacer política de imagen e ir a la manifestación a que le saquen la foto. Por supuesto, tiene razón en sus críticas, pues lo que está haciendo Zapatero es justamente eso, pero lo que cabe poner en duda es si hoy día hacer política de imagen es algo criticable o la única función real de los políticos. El problema, claro, es que cuando la política de imagen la hacen otros partidos acaparan más espacio en el Telediario del que les corresponde. De todas formas Zapatero, inmensamente agradecido al Gobierno por el chollo que le ha caído entre manos, tampoco reacciona a las acusaciones de forma demasiado virulenta, al fin y al cabo es un síntoma más de que su estrategia de oposición tranquila (avalada en su día únicamente por La Página Definitiva, recuérdenlo cuando nos caiga alguna subsecretaría en cualquiera de las autonomías del PSOE) sigue dando frutos.
- Por último, sin saber muy bien a dónde mirar y ante la magnitud del desastre (que, por otro lado, aumenta día a día), el Gobierno desempolva el baúl de los recuerdos, esto es, desempolva a Álvarez Cascos y se permite el lujo de denunciar lo que el Periodismo Independiente viene denunciando desde que se constituyó como tal: la connivencia del PSOE con la corrupción y el Crimen de Estado manifestada a través de los GAL. A la espera de calibrar la relación exacta de los comandos del GAL con la marea negra, habrá que tomarse este sorprendente exabrupto como un síntoma del enorme impacto político que ha tenido, está teniendo, este suceso sobre la posición del Gobierno.
Menos mal que S.M Juan Carlos I ha tomado cartas en el asunto y, con la campechanía que le caracteriza, ha decidido visitar la zona siniestrada; nuestro Monarca, único personaje público al que ningún medio de comunicación ha osado acusar de ir a hacerse la foto (nosotros tampoco lo haremos, pues bastante tenemos ya con la LSSI), sino que ha recibido una unánime alabanza por el gesto de apoyo moral que supone su presencia en estos momentos difíciles (o, hablando en plata, lo mismo que han hecho los políticos en días anteriores, sólo que ellos no tienen la autoridad moral de SM). Aliviados por la presencia de su Rey, los gallegos han dado muestras, como siempre, de espontáneo cariño y simpatía hacia su persona, siempre preocupado por todos los males que aquejan a la Patria (una genuina frase, esta última, con denominación de origen LPD - NODO), y junto al alborozo generalizado destaca con luz propia la súplica continuada de sus súbditos a Juan Carlos I de que haga uso de su autoridad para traer al Ejército español para ayudar en las tareas de limpieza. Sorprende que la gente asuma con tanta naturalidad que una persona investida únicamente de un poder simbólico, de carácter moral, por muy grande que éste sea, pueda traerse al Ejército debajo del brazo, por mucho que sea el Jefe de las FFAA (cuya fuerza, todo hay que decirlo, hoy en día es, también, más moral que otra cosa). ¿Pero no habíamos quedado en que el Rey no manda nada y se ha desentendido de los asuntos políticos? Qué extraño. En fin, de todas formas no deja de tener una enorme sabiduría la respuesta del Monarca: "Ya no es tan sencillo utilizar al Ejército para estas cosas como lo era antes, porque ahora es profesional". En efecto, no se puede obligar con la misma facilidad a ejercer de señoras de la limpieza a los soldados profesionales como a los reclutas, que servían para un roto y un descosido. Pero si ni siquiera sirve para esto, nos preguntamos entonces: ¿para qué sirve el Ejército? ¿Para recuperar en Irak lo perdido en Galicia?
HIPERV
NCULO "mailto:guillermo@lapaginadefinitiva.com"
Guillermo López (Valencia)
Esta tarde he visto un especial sobre Jennifer López. En general ella me cae bastante gorda, me parece una petarda petulante y antipática, una divona insoportable y redicha que acumula el máximo número de empleados despedidos a raíz de una mañana de resaca. Pero su último videoclip, ese en el que se interpreta a sí misma acosada por los fotógrafos en su relación con Ben –he superado a mi amiguito Matt en fama, éxito y novia cachonda- Affleck (al modo en el que ya lo han hecho Madonna (ella siempre trazando caminos) y Marc Anthony, más recientemente, entre otros) me gusta. He hecho el experimento de silenciar la tele mientras veo videoclips, y la mayoría son tremendamente aburridos, un horror de imagen y sin ningún interés en su argumento (luego están los de so 80´s, o los de 40 latino, que merecen ser vistos sin ningún sonido que enturbie su perfección. Ejemplo: "Azul", de Christian Castro, o "Total eclipse of the heart" de Bonnie –¿o Bonny?- Tyler) Y la verdad es que es último de J. Lo es muy entretenido y está lleno de imágenes de su culo al sol, y sólo por verla a ella marcándose unos compases raperos, o pseudoraperos, porque por mucho que se rodee de gente en plan Ja Rule, Nas y demás, supongo que a los auténticos raperos les parecerá un sacrilegio el decir que lo que hace Jenny es rap, o hip-hop, o como quiera que lo denominen ahora. A mí la verdad es que el rap en general me parece bastante coñazo, machacón y repetitivo, sobre todo si no te apetece ponerte a entender las letras, que son su gran virtud, pero la verdad es que como música para escuchar mientras me ocupo de otra cosa (que es, más o menos, lo que hago siempre que escucho música) me encanta, tan rítmica, tan primitiva, tan reconfortantemente redundante... el sonsonete me chifla, y desde luego verlo bailar me chifla, porque soy una apasionada de todo el rollo Latisha, Moesha y demás ¿me oyes hermana? Con mucho movimiento de cuello y de mano y de culo, todo muy "tú no tienes ni puta idea de la vida, tú no te has curtido en la cocina del infierno mientras tu madre perdía el culo por el crack, nenaza, que eres una nenaza" Claro, estoy deseando ver la película de Eminem. ¿O debería decir hagiografía?
Creo que me estoy acatarrando o engripando, porque ahora al volver de devolver al videoclub una peli en la que Greg-mohínes-Kinnear le rompe el corazón a Ashley Judd (hay que joderse) pasé por un supermercado y no me apetecía comer nada. Así que al final me compré un Kinder Bueno por comprar algo y unas naranjas porque nada me sienta mejor que un zumo de naranja por la mañana, en ayunas y medio dormida. He vuelto a casa y antes de tomarme una aspirina (sólo había eso y saldevas en la esquina de las drogas) me he comido un poco de quesada que hicimos ayer una amiga y yo mientras esperábamos a que empezase Melrose Place. Hicimos bizcocho amarmolado y quesada, y nos comimos lo primero mientras veíamos como Amanda le confesaba a Peter cómo deseaba la muerte de su marido Jack, que estaba en coma tras haber intentado asesinarla. Estaba Brooke también, que después ha hecho de Charlotte en Sexo en Nueva York, serie que la verdad es más bien un insulto para las postfeministas, porque lo único que quieren ellas es encontrar un hombre que las quiera y que las preñe, como ya quedó claro en el primer capítulo en el que Carrie "practica sexo como un hombre", es decir, sin esperar nada más que el polvo en sí, y se siente mal por ello. Tal vez sea un imperativo biológico y no se pueda luchar contra el instinto reproductor. Tal vez. En todo caso, que no vengan con el rollo de mujeres independientes, libres de la esclavitud por los falos, envidiables modelos para el resto de la feminidad cosmopolita.
Claro que a mí también me gustaría poder gastarme 300 dólares en unos zapatos de Gucci.

¡Ey, mañana este diario entrará en la fecha correcta!
Viernes 13 (Horror) de Diciembre de 2002
Hoy me desperté a las cuatro de la tarde con una reminiscencia de mi infancia. Yo pasé mi infancia en un colegio de monjas en una ciudad distinta a la en la que ahora vivo. En mi clase, para cumplir el tópico, había un niñito denostado, un katrino, el típico del que todos se burlan y ríen cruelmente y que siempre, cuando nosotras, las niñas de clase porque hay que ver lo zorritas que son las niñas a los doce años, preguntábamos cuáles de los niños de clase tenían la polla más grande, era el último de la lista. No tenía gafas (el 70% de los niños de mis clase tenía gafas) pero por todo lo demás, un protagonista típico de película americana en el instituto, pero en chico y en fase prepúber. Se llamaba Pablo y era muy parado, tímido e incapaz de reaccionar ante el resto de sus compañeros, todos tan ágiles para el insulto y la capacidad ridiculizatoria. El caso es que me he acordado de un episodio que ocurrió un día mientras estábamos todos esperando a que la profesora abriese la puerta para salir de clase. Todos con las mochilas, alborotando y chillando y la profesora esperando a que nos callásemos para abrir la puerta de la libertad. Teníamos unos doce años, pero los colegios de monjas es lo que tienen: esa disciplina absurda y ese control de quiero y no puedo que no evita que la mayor parte de sus alumnos salgan hechos unas putas. Estábamos en esas, decía, cuando Ángel, uno de los niños más monos de clase y superamiguito del grupito guay de las chicas chachis, cogió el brazo de Pablo y en un gesto muy gay se lo pasó sobre su pecho, como si éste le estuviese inmovilizando. Ángel empezó a decir: "¡profe, profe, Pablo me está pegando!" Y la profesora le chilló "¡Pablo! ¿Ya estás otra vez? ¡Deja en paz a Ángel!" "Pero si es él el..." intentó protestar él. "¡A callar!" gritó de nuevo ella, ocupada intentando que otro grupillo dejase de canturrear para poder abrir la puerta y dar por zanjada su tan poco gratificante jornada laboral. Ángel y demás amiguitos se rieron mientras le señalaban con el dedo. Yo dije algo así como "pero fue Ángel el que cogió a Pablo..." pero no lo hice con el tono de voz adecuado o ya había pasado el momento, porque el caso es que la profesora no me hizo caso, y Pablo me miró, sin sonreír, como diciendo "¿verdad que yo no he tenido nada que ver?" Si pudiera volver atrás, si volviese a nacer o alguna chorrada semejante, cambiaría eso. En ese momento yo debería haber salido en la defensa, cual abogada de causas pobres, y dirigirle una mirada desafiante y despreciativa a Ángel, e insultarle con algún taco bien sonante que hiciese que todos los guays de clase me odiasen y empezasen a decir "A **** le gusta Pablo, a **** le gusta Pablo" para mi consternación. Y es que los niños son tan crueles, son tan inconscientemente o conscientemente hijos de puta. Me arrepiento horrores de eso, y espero que Pablo se convierta en un ingeniero naval importantísimo y se vaya a vivir a la mansión de Playboy y nos dé bien por culo a todos sus compañeritos de cole.
Ayer me compré la "Historia y Vida" para leer mientras volvía a casa –al final no pude porque me encontré a un amiguito y estuvimos hablando durante todo el camino sobre vida social, así que lo leí antes de dormirme- La compré porque traía un reportaje sobre Lord Byron, personaje que siempre me ha fascinado y desde que el otro día ví Remando al viento, pretenciosilla y tal pero me encantó pese a todo (y si la hubiese visto con trece años me habría encantado triplemente), y estoy como recopilando datos sobre Lord Byron, así que por eso me compré la Historia y Vida. Para mi decepción, traía solamente una mención de una página, una breve biografía completa y llena de fotos a todo color y muy bien diseñada y todo eso, pero no era lo que yo esperaba. En fin. Estuve leyendo de paso sobre la portada, Nicolás II y la revolución rusa, una historia apasionante donde las haya porque confluyen todos esos elementos que debe tener cualquier dramón que se precie: el emperador inconsciente y ajeno a la realidad, en su torre de marfil, la historia de amor con su tan victoriana esposa Alejandra, el ramillete de princesas bellas y lánguidas cual vírgenes suicidas, el principito enfermo y el punto mágico y grotesco: Rasputín. Y luego el pueblo, ese ente tan impreciso que decide un día empezar a cambiar su misérrima existencia y asalta el palacio de Invierno. Es emocionantísimo, es uno de esos momentos de grandeza y miseria en los que la "humanidad", con todo su horror y todo su brillante y cegador heroísmo, se manifiesta tan abrumadoramente viva. Y todo lo que vino después. En fin. Que a mí los emperadores rusos no me parecen ni víctimas ni verdugos, me imagino a Nicolás II un poco como a María Antonieta: totalmente inconsciente, como un niño, incapaz de comprender porque simplemente el mundo del emperador y el de sus súbditos eran totalmente distintos, radicalmente distintos. ¿Cómo le vas a pedir a un emperador, un emperador criado en palacios desde pequeño que conceda un Parlamento? (Y, sin embargo, hubo quien lo hizo) Es complejo, el tema, y de todos modos la inquina de los rusos, y el hecho de la revolución en sí, me parece perfectamente legítimo y aplaudible. Claro que de ahí a canonizar a Nicolás ya hay un paso abismal: me parece una aberración total y absoluta, pero después de todo yo en las decisiones de la Iglesia Ortodoxa ni pincho ni corto y no debería ni indignarme ni encantarme, simplemente que hagan con sus santos y su pasado y su historia lo que prefieran. (La verdad es que me da risa, sería como si en este país se canonizase a Alfonso XIII) Por cierto que a este respecto acabo de leer un artículo que me ha dejado shockeada: "pero aquel tipo soñoliento y sin demasiado carácter, elegante y bondadoso, muerto a los cincuenta años, tenía entre sus metas políticas la de situar a Rusia a la vanguardia de Occidente y no frente a Occidente. Si primero perdió la corona (1917), y luego la cabeza (1918), fue precisamente por eso: por conducir a Rusia como una gran potencia europea aliada a Francia, Inglaterra, Italia y, al final de la Primera Guerra, a Estados Unidos. Pero no pudo: la hambruna, la hiperinflación, las brillantes ofensivas alemanas y la tozuda resistencia turca, sumadas a las campañas ``pacifistas'' de comunistas y socialistas, provocaron la generalizada desobediencia de sus tropas y la virtual parálisis de su gobierno. Ante este caos casi absoluto se vio obligado a renunciar. Mala cosa. Tras su partida comenzó el gran viraje del país más grande del mundo. Rusia dejó de ser uno de los factores clave de Occidente --algo que había sido a lo largo de todo el siglo XIX-- y pasó a convertirse en su permanente adversario." Por favor. ¡Cuánta parcialidad! Vergüenza me da leer cosas así. Aunque bien pensado, mejor: me encanta que haya gente con esas opiniones tan poco ponderadas y tan servidoras a una ideología determinada (la que sea) Le dan sal a la vida.

A todo esto que la Historia y Vida es una revista por la que tengo especial predilección porque la mitad de mis conocimientos sobre el tema (cada día olvido más) se los debo a los viejos números que hay en mi casa, números de los setenta y ochenta, cuando Néstor Luján, aquel gordo que se parecía a Pablo Neruda y cuya lectura siempre constituye un placer (además eras todo un sibarita de pro: véase La Casa de Lúculo), era quien dirigía el cotarro. Me encantan sobre todo los "extras" de Historia y Vida, dedicados a los más diversos temas: tengo sobre "Brujas, astrólogos y nigromantes", "Grandes escándalos", "Aventura y leyenda de los millonarios", "Reinas de España", "Venecia", "Cárceles y evasiones", "La lucha contra el crimen", "La monarquía británica", "Sabios e inventores"... y también "Grandes románticos" He cogido ese viejo número y me he deleitado con la lectura, ya en una prosa elegante y poco periodística, sobre las correrías de Lord Byron por Sevilla. Néstor Luján también estaba aquí (era un director de revista que, cosa insólita, ¡escribía también en ella algo más que la presentación del número!) con unas interesantísimas consideraciones sobre el Byron poeta con párrafos como estos:
"En el fondo, Byron admiraba la solemnidad, la economía y la fuerza intelectual de la poesía clásica; pero en cambio escribía una poesía frenética y a veces informe, que se caracteriza por su amor a lo ilimitado y se estremece con el primario latido de lo heroico"
Oh, ¿para qué más treguas? sólo pretendo tener desde esta página un recuerdo para el más incestuoso de los cojos.

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