Wednesday, September 08, 2004

Disney

El secreto está en añadir un poquito de sal"Hablemos de algo tan elemental que se nos pasa injustamente inadvertido. Hablemos de algo no por primario menos placentero. Hablemos de algo íntimo y secreto, por más que se suela realizar en grupo. Hagámoslo. Hablemos de comida.Y si lo hacemos, hablemos de uno de esos alimentos secundarios que son "el spring de springfield", no la base de una alimentación sana sino lo primero que prohiben esos terroristas postmodernos llamados dietistas: el chocolate. Pero no un chocolate cualquiera, no señor, nos referimos a la deliciosa marca que enarbola la bandera de nuestros deseos papilares: el lindt, al que el tan cacareado nestlé no le llega ni a la suela del paquete de esencia de vainilla. Es tan orgásmico deshacerlo en la boca, notando guarramente cómo se derrite entre humedades, todo azúcar dulzón subiendo los niveles de insulina en nuestra hiperextensiada sangre... y ese envase intensamente azul con aristocráticas letras doradas como de invitación a boda pequeño burguesa... El placer visual se adelanta y completa, perfeccionándolo, al gustativo. Y es que el olor, no, llamarlo olor es una profanación, el aroma del chocolate lindt y su sabor están muy por encima de cualquier otro producto de cacao que exista en el mercado.Está el milka chocogalleta, pero juega con ventaja al ser un híbrido de dos realidades exquisitas. El choclate lindt es la esencia pura e inmejorable.
Ansío, quiero y sólo deseo la número unoVamos allá:Yuju!!! ¿la reconocéis, lectores entusiastas de Disney en el 83? Es ella, es Mágica, la inefable enemiga de Gil Pato, la maquiavélica bruja cuya monomanía es conseguir la "número 1", la primerísima moneda en una larga lista obtenidas por el ilustre patolandés en una longeva y fructífera carrera como hombre de negocios, a la que guarda como talismán y base de toda su fortuna. Mágica episodio tras episodio busca robársela para fundirla en el vesubio y así conseguir no sabemos qué, pero seguro que algo muy deseable. Naturalmente, para nuestro regocijo, la sensual pata falla una y otra vez en sus tentativas, siendo la monedita de marras rescatada siempre por el gran gilito y sus eternos acompañantes, los sobrinos Donald y Jorgito, Juanito y Jaimito. Mágica es el gran zorrón de estas bellas e inspiradas historietas (toda una fuente de vocabulario para mi niñez)superando en interés la figura de Rockerduck, el gran antagonista, millonario rival cuyo gran placer consiste en chinchar a Gil Pato (afición correspondida), y desde luego dejando muy atrás a los golfos apandadores, que aparecen en muchos más capítulos pero cuyos planes carecen del maquiavelismo de Mágica, villana que cuenta con un carisma personal que sólo a ella le permite medirse de igual a igual con el Tío Gilito y no resultar humillada.
El corazón no sirve en los negociosEl tío Gilito y Don Gil Pato son la misma persona (explico por si hay algún no iniciado que cae en aparatosas confusiones), el pato más rico del mundo, el megarchifastimultimillonario que con sus trepidantes aventuras around the world tan regocijantes ratos me proporcionó en mi infancia. Más que eso, me dio unas importantes bases culturales que aún hoy conservo y me han acompañado gratamente a lo largo de mi corta vida. Aprendí vocabulario. Aprendí quién era Pizarro. Aprendí quién era Víctor Hugo, que había escrito una novela llamada "Los miserables" y que la catedral París se llama Notre-Dame. Aprendí las ventajas del helio, las propiedades electromagnéticas y que Vercingetórix arrojó sus armas a los pies del César. En resumen, que mis conocimientos no se los debo al cole, sino a los redactores de tebeos cómicos para infantes de cierta macro productora."Importante es poco. La número uno lo es todo para mí. Sin ella mi fortuna se esfumaría. Todos mis amuletos juntos no valen la milésima parte de mi primera moneda"
Me refiero sobre todo a aquellos entrañables librillos de Don Miki (textualmente, miki)¿los recuerda alguien? y no a esa más moderna serie televisiva posmoderna de Pato Aventuras, que era como una versión descafeinada de los personajes, en donde obviaban a Donald -el entrañable Donald, todos llevamos un Donald dentro que pugna por salir cuando menos lo esperamos- como si hubiesen tenido problemas con el copyright. Además estaba doblada con ese acento sudaca que me hace mucha gracia en los viejos clásicos (no los de ahora, que en cuanto salen son ya "clásicos Disney": Atlantis, Tarzán y demás. Y si me apuran, hasta ni El Rey León es un clásico. Han de pasar al menos 10 años para recibir semejante calificativo)pero que en la tele me repateaba. Donde mejor están los patos es en letra impresa, ya sea la de los vetustos Don Mikis o en las más modernas (del 91, por fecharlos) "Revistas Disney" Eran variadas como la oferta de un puticlub: Disney especial, Patoaventuras, Goofy, Donald, Mickey... mi preferida era la Híper Disney, mensual (como la regla), gorda (como una modelo de Botero) y cara de cojones (como una noche en el Four Seasons) para aquella época: 500 pesetas. Tengo los 16 únicos números que se publicaron, creo. Si de pronto descubriese que hay más mi coño chorrearía como el de una vicuña en celo. Todos los meses esperaba ansiosa mi visita al kioskito de al lado de mi casa, donde una muy amable ancian me servía el estimado producto, sonriéndome tras sus gordas gafas de pasta (los ochenta aún no habían muerto del todo) ¡Qué bellos momentos viví con el número cinco! Es el que traía una versión libre de los miserables, en realidad sólo los personajes eran comunes con el original, porque si algo no puede reprochársele a los creadores de esas historias es la falta de imaginació. Me encantaban los que salían poco, como Brigitte, la enamorada de Gilito que le acosaba en busca de matrimonio (qué lúcido adelanto de las treintañeras de hoy), o Patomas, hábil transformación de Fantomas, el personsaje decimonónico mitad héroe mitad villano, trasunto de Donald, que tras su apariencia de pringadillo escondía un héroe enmascarado que salía con nocturnidad y alevosía a desfacer entuertos por Patolandia (pero eso es usual en la ciudad, la que posee la mayor concentración de súperhéroes por metro cuadrado, no hay más que pensar en Avispa Roja y su supergrupo). Patoso, el primo hippie de Donald (todas las tendencias del siglo representadas, son un hábil fresco de la sociedad de la época) se me hacía bastante pesado, lo mismo que supergoofy y sus cacahuetes mágicos (a nadie le extraña lo de las espinacas de Popeye, ¿no?)Y en cambio me encantaba Pata Ye-Yé y su panda, de lo más delirantes, absurdos y surrealistas. Chip y Chop me cargaban (en cambio, su serie paralela a Patoaventuras la disfrutaba grandemente), los jóvenes castores eran un adelanto de la corrección política hecha club masculino (el gran Mogol todo el día rodeado de jovencitos... mmm) y Ungenio Tarconi y Perico Librote eran el punto de ciencia ficción necesario en todo cómic que se precie. Hay de todo en Patolandia, es casi como Springfield, un personaje para cada situación. En otra ocasión viajaremos a la costa este para describir Ratolandia (sí, jovencitos, lo confines del mundo Disney están muy lejos) en la que también hay elementos muy dignos de mención

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